miércoles, 8 de julio de 2015

Rapsodia — III: Reverberación

—Reverberación (Rapsodia: III)—

Anoche lancé un grito, uno rabioso, y todavía sigo oyéndolo, darse de tropezones entre cada una de las seis paredes de la habitación que lo aprisiona; aún siento el raspar de sus consonantes justo detrás de mí, aquellos diptongos desgarrados y atonales que terminaban por resquebrajar y hacer surcos al ambiente, en lugar de lograr romper las gruesas ventanas y poder escapar entre el aullido de los perros asustados por la noches y el compulsivo canto de las aves con ansiosas y con insomnio. Aquel grito que engendré con pasional rabia y desconcierto, y que ahora persiste como grito a lo largo y ancho de mi cuarto, es inconsciente del peligro que representa su escape al espacio abierto, sin dónde poder reverberar y finalizándose su vida a la disolución de su energía entre las partículas del aire tan voraz, en tan sólo una milésima de segundo, a unos cuantos cientos de metros por segundo, sólo pudiendo alcanzar hasta una media cuadra abajo, y haciendo volar a los pocos pájaros paranoicos de los cales, y alertando de peligro a los perros aterrados por la noche, por sus propios ladridos y mordidas, y ahora, también, por aquel indomable grito, ardiente de pasión y certidumbre, contenido por mí y todos aquellos que jamás se atrevieron a aullar, desde el fondo de nuestra pobre inocencia, por vicio o calor, pasión o verdad, amor o trascendencia…

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